» Viaje al Palomar de la Breña «:
Como, una arquitectura puede contener elementos escultóricos:
Este fin de semana, Marta y yo hemos viajado y pernoctado en un hotel rural, El Palomar de la Breña. Se encuentra situado en el parque Natural de la Breña, Cádiz muy cerca de Barbate. Conocíamos alrededores de la zona, pero nunca habíamos visitado este Bellísimo Paraje.
El Palomar de la Breña debe su nombre a un Palomar que se ubica dentro de este entorno hotelero. Fue construido sobre 1700, se considera el palomar más grande del mundo, en su apogeo podía albergar unas 15000 palomas entre crías y adultas. Cuando Marta y yo lo descubrimos, nos quedamos impactados, tanto por su capacidad como por su arquitectura.
El hotel tiene una arquitectura bella en su singularidad y sencillez que conserva muy bien, aunque son evidentes las restauraciones y adaptaciones que ha sufrido . Un sitio tranquilo y relajante, familiar e íntimo que invita a la contemplación y meditación.
En realidad no quiero hacer una ruta de viaje, sólo poner en situación de lo que a continuación escribiré acerca de la arquitectura y contenido escultórico que habitan este exuberante y singular palomar.
Cuando nos íbamos, coincidimos con otra pareja que se disponía a hacer lo mismo. Estaban tan cerca, que pude escuchar el comentario que recibió el recepcionista sobre el palomar por parte del hombre; » Muy bonito el palomar, pero… un poco tétrico, ¿ No ?…» El recepcionista, persona de cara seria, pero inteligente y amable, le respondió; » ¡ Hombre!, depende de los ojos con que se miren. También puede ser ¡ Espiritual !, ¿No?… El hombre, dejó caer una sonrisa forzada y se marchó…
Este intercambio de opiniones, me dio que pensar… y lógicamente, yo le doy la razón al recepcionista. No me pronuncié al respecto en ese momento, pero ese hecho, me ha dado para escribir lo siguiente:
La belleza, fealdad, etc… está en el ojo del que mira y lo dicho anteriormente es prueba de ello.
De niños, mis hermanos y yo teníamos palomas, llegamos a tener más de 100 y lógicamente en un palomar que nosotros mismos construimos. Nos gustaba el Buchón Granaíno , así se llama a esa raza de paloma.
El palomar de la Breña con más de 5000 nidos y más de 400 m2, es un espacio arquitectónico único. Lo que el recepcionista dijo, espacio espiritual, es muy cierto. La distribución del palomar, dispuesta por hileras de pasillos en cuyos muros verticales, mediante oquedades redondas se incrustan los nidos, de manera simétrica y equidistantes uno de otro. Los muros, con una altitud aproximada de 8 m, abiertos al cielo y con ese sentido de elevación. Comunicados estos pasillos, bien por ventanas elevadas, bien por arcadas, éstas no muy altas, tanto que para pasar de un pasillo a otro hay que hacerlo casi en cuclillas, recuerda y bastante a la distribución de un cementerio, donde los nichos son sustituidos por estos nidos.
Tiene algo de sagrado, como restos arqueológicos, cada una de las oquedades-nidos, vacíos y ya sin vida, producen en nuestra imaginación un revoloteo de palomas que van y vienen para dar de comer a sus crías. Se produce la misma sensación que cuando vemos unas ruinas y podemos imaginarlas en plena ebullición y vida.
Esta gran arquitectura creada para ser habitada por pájaros, hoy prácticamente deshabitada, salvo por 8 parejas de cernícalos y un par de parejas de palomas, se cierne como una gran escultura, donde su visión se hace desde dentro y no desde fuera como es habitual. Las calidades, las texturas de sus muros están llenas de huellas que el tiempo ha ido depositando.
El vacío que provocan los nidos embutidos en la pared, evocan recuerdos del pasado que conducen a otro espacio, a otra dimensión cargada de misterio. Da la sensación de que esas oquedades tragan a los pájaros hacia su interior y los llevan a ortos mundos, como si las aves hubiesen desaparecido, succionadas por éstas.
Yo, que trabajo con el espacio, el lleno y el vacío, me conmuevo al mirar y sobre todo al imaginar esta gran escultura en su faceta habitada.
La escultura, con una estructura geométrica, no se hace aburrida, todo lo contrario, es cambiante y recorrer cada parte te invita ha descubrir la siguiente cual si se tratase de un laberinto. Si lo piensas, parece increíble cómo una arquitectura con una función tan específica y marcada se ha podido transformar en escultura.